El arte de presentar
Hace unos días asistí a una presentación en un congreso en la que al
conferenciante parecía animarle un único objetivo trascendental: transmitir
tanta información como le fuera posible en los 20 minutos signados.
Ecuaciones, gráficos, teoremas, contenido suficiente para llenar un
cuatrimestre docente, asaron llenando la pantalla a ritmo vertiginoso. Cuando
aún no había terminado yo de interpretar una gráfica o de analizar una
ecuación, el conferenciante ya había pasado a la siguiente transparencia. Al cabo
de unos pocos minutos, era incapaz de seguirle el ritmo y terminé
desconectando. A mi alrededor otros asistentes parecían absortos en sus
portátiles o en el libro de actas. El ponente había terminado hablando solo,
porque la audiencia, aunque físicamente en la misma sala, hacía tiempo que
había viajado a otros mundos. Se trata de un error que cometemos a menudo
cuando hablamos sobre “nuestro tema”: pretendemos contarlo todo sin
tener en cuenta a la audiencia.
Alguna vez nos hemos parado a reflexionar sobre cuáles son los objetivos
de una presentación sea ésta del tipo que sea? Según la ocasión, podemos pensar
que presentamos para convencer a un comprador potencial, o para explicar
nuestras ideas a colegas, o para proponer un proyecto con el fin de encontrar
financiación, … Rememora por ejemplo la última presentación que hayas
realizado: ¿cuáles eran sus objetivos? Te vendrán a la cabeza multitud de
respuestas:
- · Convencer a adversarios
- · Persuadir a inversores
- · Informar a usuarios
- · Explicar a compañeros
- · Compartir con colegas
- · Vender a clientes
- · Impresionar a jefes
- · Inspirar a jóvenes estudiantes
Si
lo piensas bien, esa clase de respuestas puede constituir el propósito
fundamental que te animó a preparar tu presentación en primer lugar, pero los
objetivos reales, a los que los anteriores están subordinados, son otros. El
objetivo fundamental es único: comunicar el mensaje.
Según Stephen M. Kosslyn,
profesor de psicología de la Universidad de Harvard, existen tres objetivos que
prácticamente definen cualquier tipo de presentación (científica, comercial,
financiera, lo que se te ocurra), con independencia de su propósito: 1)
conectar con la audiencia; 2) dirigir y mantener la atención; y 3) fomentar la
comprensión y el recuerdo. Estos tres objetivos constituyen tres claves para el
éxito de toda presentación. Consigue alcanzarlos en tus presentaciones y serás
un maestro del arte de presentar. Como se verá en las entradas del blog,
conseguirlo no es tan complicado como podría parecer a primera vista: basta con
esforzarse en ello. Toda presentación es un acto creativo y la creatividad
exige tiempo. Dedícaselo y los resultados serán muy gratificantes.
Conectar
con la audiencia

Dirigir
y mantener la atención
La
atención de la audiencia es como un pez escurridizo. Hay que atraparla desde el
principio y conservarla hasta el final. Debería conducirse a la audiencia para
que preste atención a lo que es importante. Una buena estructura de la
presentación, ayudada por un buen diseño del material multimedia que la
acompaña (transparencias, vídeos, animaciones, etc.), junto con anécdotas,
historias
, ejemplos, analogías, son como anzuelos que ayudan a captar el
interés y mantenerlo. Michael Alley utiliza
una bella metáfora: “Una presentación es como un viaje por mar”. En primer
lugar, podemos perder a la audiencia en el muelle porque los objetivos de la
charla no están claros, su idea fundamental no es evidente, se desconoce el
nivel de conocimientos requerido para entenderla, la audiencia no tiene claro
por qué habría de importarle, etc. En segundo lugar, podemos perderla en alta
mar cuando la estructura y organización de nuestra presentación son débiles o
confusas, la ahogamos en un mar de detalles irrelevantes que distraen del
mensaje fundamental, utilizamos un diseño pobre de las transparencias, nuestra
exposición es monótona y aburrida, etc. Por último, podemos perderla al llegar
a tierra si no queda claro cuál era la idea o mensaje fundamental que se
deseaba transmitir y todo se olvida al salir por la puerta. El buen
presentador, como el buen patrón, arriba siempre a buen puerto
Fomentar
la comprensión y el recuerdo
Incluso los
mayores sabios del mundo poseen una capacidad intelectual limitada y finita.
Existe un límite a la cantidad de datos que pueden asimilarse en un tiempo
dado. Inundar a la audiencia con información no ayudará a que ésta la comprenda
ni la recuerde. Una presentación debería ser fácil de seguir, comprender y
recordar. La psicología y las neurociencias acuden en nuestra ayuda en este
aspecto. El conocimiento de cómo funcionan los procesos mentales de nuestro
cerebro nos ayudará a crear presentaciones que permitan a la audiencia
comprender y retener más fácilmente el material. Muchas entradas de este blog
se dedicarán a examinar diferentes principios psicológicos y su mejor
aplicación al arte de presentar.
La próxima
vez que realicemos una presentación deberíamos plantearnos estas preguntas:
¿estoy conectando con la audiencia?, ¿estoy captando y dirigiendo su atención?,
¿comprenden y podrán recordar lo que les cuento? “El Arte de Presentar”
intentará proporcionar las herramientas necesarias para que la respuesta sea
siempre afirmativa.
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